CUADERNO DE BITÁCORA DE «LA DEMÉTER»
3 de Agosto
A medianoche fui a relevar al hombre en el timón y cuando llegué no encontré a nadie allí. El viento era constante y mientras nos mantuviéramos frente a él no había lugar para la pereza. No me atrevía a marcharme, así que llamé a gritos a mi primero de abordo. Tras apenas unos segundos apareció, acelerado, en cubierta con sus ropas de dormir. Tenía una mirada salvaje y aspecto demacrado, y temí severamente que su razón hubiera terminado por desvanecerse. Se me acercó y suspiró con voz ronca, su boca junto a mi oreja, como si temiera que el propio aire le pudiera estar escuchando:
–Eso está aquí; ahora lo sé. En mi guardia de anoche Lo vi; como un hombre, alto y delgado, de un pálido enfermizo. Estaba en la proa, mirando al horizonte. Me arrastré tras de Eso y Le atravesé con mi cuchillo, pero el cuchillo atravesó a Eso, hueco como el aire –conforme hablaba, tomó su cuchillo y lo asió violentamente en el espacio entre nosotros. Después, continuó –más, Eso está aquí y Lo voy a encontrar. Eso está en la bodega, quizás en una de esas cajas. Voy a desatornillarlas una a una e investigarlas. Tú mantén el rumbo –y, con una mirada de advertencia y un dedo contra su labio, se dirigió a la parte baja del barco. Una corriente creciente de viento agitado se estaba levantando, por lo que no pude dejar el timón. Le vi volver a salir a cubierta con un cofre de herramientas y una linterna, y bajar por la siguiente escotilla. Está loco, decidido, demencialmente iracundo, y no sirve de nada que trate de detenerlo. No puede hacerle daño a esas grandes cajas: están marcadas como «arcilla», y el abrirlas para ojearlas es la cosa más inocua que podría estar haciendo. Así que aquí me quedo, y vigilo el rumbo, y escribo estas notas. Solo puedo confiar en Dios y esperar a que la niebla despeje. Entonces, si no puedo redirigir el rumbo a ningún puerto con el viento que haya, me veré obligado a cortar las velas para mantenernos estáticos y mandar una señal de ayuda…
Ya casi ha terminado. Justo cuando empezaba a recobrar la esperanza en que mi primero de abordo hubiera recuperado la calma (pues le había oído golpeando algo en la bodega, y el trabajo le suele venir bien), ha aparecido por la escotilla sin previo aviso, gritando con un sobresalto que ha hecho a mi sangre congelarse y ha subido a cubierta escopetado… convertido en un loco iracundo, con sus ojos vibrantes y su cara constreñida por el terror.
– ¡Sálvame! ¡Sálvame! –gritaba, para después mirar en rededor como si pudiera ver a través de la densa niebla. Su horror se convirtió en desesperación y, con voz firme, dijo –debes venir también, capitán, antes de que sea demasiado tarde. Él está aquí. Ahora yo sé el secreto. El mar me salvará de Él, ¡es todo lo que me queda! –antes de que pudiera tan siquiera abrir la boca, o moverme para agarrarle, se precipitó por el bastión, tirándose voluntariamente al mar. Supuse que yo también conocía ahora el secreto. Este loco había sido el que había ido matando a todos los hombres, uno a uno, y ahora les había seguido él mismo en su destino. ¡Dios me libre! ¿Cómo voy a explicar todos estos horrores cuando haga puerto? ¿¡Cuándo llegaré a puerto!? ¿Sucederá esto acaso?
DIARIO DE MINA MURRAY
3 de Agosto
Otra semana que se va y sigo sin noticias de Jonathan, ni siquiera al Señor Hawkins, de quién sí que he oído estos días. Oh, espero que no haya enfermado. Seguro que habría escrito. He estado contemplando su última carta, pero hay algo en ella que no termina de convencerme. No suena como él y, a pesar de ello, es de su puño y letra. No hay forma alguna de negar esto. Lucy no ha tenido apenas ataques de sonambulismo en la última semana, pero ha estado en un estado de abstracción que no termino de comprender; incluso en sueños parece estar observándome. Trata de abrir la puerta y, al encontrarla cerrada, se pasea por la habitación buscando la llave.