DIARIO DEL DOCTOR SEWARD
27 de Septiembre
Dieron las dos de la tarde antes de que se diera la situación propicia para nuestros planes. El funeral que se celebró a mediodía por fin se había completado y los últimos dolientes que más angustiados parecían se forzaban a abandonar con pereza el lugar cuando, mirando con cuidado desde detrás de una arboleda de tejos, vimos al sacristán cerrar la puerta tras de sí. Sabíamos que estaríamos a salvo hasta la mañana siguiente si así lo deseábamos, pero el Profesor me dijo que deberíamos de tardar una hora como mucho. De nuevo me abrumó la terrible sensación de cuán real era todo aquello, en la que cualquier esfuerzo de la imaginación parecía fuera de lugar, y me di cuenta de las violaciones de la Ley que estábamos acometiendo en nuestro condenado trabajo. Además, sentía que todo aquello era completamente inútil. Tan atroz como había sido abrir el ataúd, para ver si una mujer muerta desde hacía una semana estaba realmente muerta, ahora parecía que el peso del sinsentido de abrirla de nuevo, cuando sabíamos, por la evidencia captada por nuestros propios ojos, que el ataúd estaba vacío. Sin embargo, me encogí de hombros y me mantuve en silencio, pues Van Helsing tenía sus propios medios de seguir su propio camino, sin importar las evidencias en su contra. Tomó la llave, abrió la cripta y volvió a dejarme pasar primero cortésmente. El lugar no me resultó tan desagradable como la noche anterior, pero, oh, como de inexpresablemente malignos parecían los rayos de sol que se colaban. Van Helsing caminó hasta el ataúd de Lucy y yo le seguí. Se inclinó y de nuevo forzó el reborde de carbonita; y entonces la impresión causada por la sorpresa y la desesperación me golpeó certeramente.
Allí yacía Lucy, aparentemente tal y cómo la habíamos visto la noche antes del funeral. Estaba, si esto es posible, más radiante en su belleza que nunca antes y me costaba incluso creer que estuviera muerta. Sus labios eran rojos, aún más rojos que antes, y en sus mejillas había aparecido un delicado toque de color.
– ¿Es esto un truco? –le pregunté.
– ¿Estás ya convencido? –dijo el Profesor por toda respuesta y, mientras hablaba, puso una mano sobre el cuerpo y, con unas formas que me hicieron estremecerse, apartó los labios muertos para mostrarme la blanca dentadura.
–Mira, ves; están aún más afilados que antes. Con esto, sumado a esto –tocó uno de los caninos y siguió con su dedo hasta la punta inferior del mismo –los niños pueden ser mordidos. ¿Eres una persona creyente ahora, amigo John? –Una vez más, la hostilidad argumentativa se despertó en mi interior. No…no podía aceptar una idea tan abrumadora como la que él sugería; así que, en un intento de contra-argumentar que incluso en el propio momento me hizo avergonzarme, le dije:
–Puede que la colocaran aquí en algún momento desde ayer por la noche.
–Ah, ¿sí? Y si es así, ¿por quién?
–No lo sé. Un… Alguien lo ha hecho.
–Y, a pesar de ello, lleva muerta una semana. La mayoría de las gentes en ese tiempo dejan de tener un aspecto así –. No tenía respuesta para esto, así que permanecí en silencio. Van Helsing no pareció darse cuenta de mi silencio; fuera como fuese, no mostró ni desazón ni triunfo. Estaba mirando intensamente al rostro de la mujer muerta, alzando los párpados y mirándola a los ojos, y abriendo los labios una vez más para examinar los dientes. Se giró entonces hacia mí y dijo:
–Aquí, hay algo distinto de todo lo ya registrado; hay una vida dual que no es lo común. Ella fue mordida por el vampiro cuando estaba en trance, sonámbula…Oh, ya empiezas tú: tú no sabes eso, amigo John, pero lo descubrirás más tarde…y en el trance el bien podía volver a por más sangre. En trance murió y en trance está No-Muerto, también. Así que ahí es donde difiere de los demás. Normalmente, cuando los No-Muertos duermen en sus «hogares» –mientras hablaba, hizo un barrido de la estancia con el brazo para ilustrar lo que un vampiro consideraba su «hogar» –sus rostros muestran lo que son, pero este es tan dulce que ni siquiera como No-Muerto ha podido retraerse en lo mundano del común de los difuntos. No hay malignidad aquí, mira, y esto lo hace duro, el que tengamos que matarla mientras duerme –. Esto hizo que se me helara la sangre, y comencé a darme cuenta de que estaba comenzando a aceptar las teorías de Van Helsing; pero si realmente estaba muerta, ¿qué horror podía haber en la idea de matarla? Me miró y, evidentemente, vio el cambio en mi rostro, pues me dijo, casi animado:
–Ah, ¿ahora me crees?
Respondí:
–No me meta demasiada presión de una vez. Estoy dispuesto a aceptar. ¿Cómo hará este maldito trabajo?
–Debo cortar la cabeza y llenar su boca de ajo, y debo clavar una flecha a través de su cuerpo –. Sentí un escalofrío al pensar en mutilar el cuerpo de la mujer que había amado. Y, sin embargo, el sentimiento no era tan fuerte como habría cabido esperar. Estaba, de hecho, empezando a sentir escalofríos por la presencia de esta criatura; este No-Muerto, como Van Helsing lo había llamado, y lo odiaba. ¿Es posible que el amor sea todo subjetivo, o todo objetivo?
Esperé un tiempo considerable a que Van Helsing comenzara, pero se mantuvo en el sitio, como absorbido por sus pensamientos. De pronto, cerró su bolso con un sonoro «Click» y dijo:
–He estado pensando, y estoy convencido de que esto es lo mejor. Si simplemente siguiera mis inclinaciones lo haría ahora mismo, en este mismo momento, tal y como debe ser hecho; pero hay otras cosas que le seguirán, y cosas que son miles de veces más difíciles porque no las conocemos. Esto es sencillo. Todavía no ha tomado ninguna vida, aunque es cuestión de tiempo, y actuar ahora sería evitar ese peligro por su parte para siempre. Pero entonces, tenemos que tener en cuenta a Arthur, ¿cómo le contamos todo esto? Si tú, que habías visto las heridas en el cuello de Lucy, y las similares en las del niño del hospital; si tú, que viste el ataúd vacío la noche pasada y ocupado a día de hoy con una mujer que no solo no había cambiado sino que estaba aún más hermosa que hace una semana entera, cuando murió…si tú sabes todo esto y sabes que la figura blanca de ayer por la noche atrajo al niño hasta el cementerio, y a pesar de ello decidiste no creer a tus propios sentidos; ¿cómo, entonces, puedo esperar que Arthur, que no sabe nada de esto, me crea? Dudó de mí cuando lo aparté del beso de ella mientras moría. Sé que me ha perdonado porque en su erróneo razonamiento he hecho cosas para evitar que se despida como debe, y puede que piense de forma errada que su mujer fue enterrada viva y que, en el más importante de los errores, la hemos matado. Entonces él me discutirá que nosotros somos los equivocados y que la hemos matado con nuestras ideas, y así será él siempre muy infeliz. Sin embargo, nunca podrá estar seguro y eso es lo peor de todo. Y de vez en cuando pensará que su amada fue enterrada viva, y esto teñirá sus sueños con los horrores que ella ha tenido que sufrir; y, de nuevo, pensará que podríamos tener razón, que su tan amada era, después de todo una No-Muerto. ¡No! Se lo dije una vez y desde entonces he aprendido mucho. Ahora, siendo que sé que todo es cierto, sé muchísimo mejor que debe pasar por aguas turbulentas para llegar a costa. Él, pobre hombre, debe pasar por un momento que le haré ver el rostro del Cielo desvanecerse ante él; entonces podemos actuar para el Bien y darle paz. Mi mente está clara. Marchémonos. Tú volverás a casa por la noche, a tu manicomio, y comprueba que todo esté en orden. En lo que a mí respecta, debo pasar la noche en este cementerio con mis propias maneras. Mañana noche volverás conmigo al Hotel Berkeley a las diez en punto. Mandaré el recado de venir a Arthur también, así como a ese admirable joven americano que dio su sangre. Más tarde tendremos todos labores que hacer. Te acompaño hasta Piccadilly y podemos cenar allí, pues debo volver antes de que el cielo se ponga.
Así que cerramos el mausoleo de los Westenra y trepamos el muro del cementerio, que no fue una tarea muy ardua, y volvimos a Piccadilly.
NOTA DEJADA POR VAN HELSING EN SU MALETA, BERKELEY HOTEL DIGIDA AL JOHN SEWARD, DOCTOR EN MEDICINA
27 de Septiembre
Escribo en caso de que me pase algo. He ido solo a vigilar el cementerio. Me complace decir que la No-Muerto, la Señorita Lucy, no va a salir esta noche, así que en la noche de mañana podría estar más ansiosa. Por lo tanto, debo dejar colocadas algunas cosas que no le gustan (ajo y un crucifijo) para así cerrar a cal y canto la puerta de la tumba. Es joven como No-Muerta y esto la retendrá. Además, estas son tan solo medidas para prevenir que salga; podrían no prevenir que quiera volver a entrar, pues los No-Muertos son criaturas desesperadas y tienden a encontrar la forma de mínima resistencia, cualquiera que esta sea. Debo estar a mano toda la noche, desde el anochecer hasta el amanecer, y si hubiera algo que aprender debo aprenderlo. Ya sea de la Señorita Lucy o por ella, no tengo miedo; pero hay otro que está aquí por el que es ella No-Muerta, que tiene ahora el poder de buscar su tumba y usarla como refugio. Es astuto, como sé por el Señor Jonathan y por la forma en la que nos ha engañado jugando con la vida de la Señorita Lucy y hemos perdido; y en munchas formas los No-Muertos son fuertes. Él siempre ha tenido la fuerza en su mano de veinte hombres; incluso si los cuatro dimos nuestra fuerza a la Señorita Lucy también es toda para él. Además, puede invocar a su lobo y no sé qué. Así que si aparece rondando esta noche me encontrará; pero a nadie más debe…hasta que sea demasiado tarde. Pero puede ser que no intente este lugar. No hay razón para que lo haga, su terreno de caza es mucho más amplio, más «jugable» que el cementerio donde la mujer No-Muerto duerme, y donde el viejo vigila.
Por lo tanto, escribo esto por si… Toma los papeles que hay junto a esto, los diarios de Harker y el resto y léelos, y entonces ve a buscar a este gran No-Muerto y córtale la cabeza y quema su corazón o atraviesa una estaca por él, para que así el mundo pueda descansar de su presencia.
Si así fuera, hasta siempre,
VAN HELSING
(No entregada)