DIARIO DE JONATHAN HARKER
1 de Noviembre, tarde
Sin noticias en todo el día; no hemos encontrado nada similar a lo que buscamos. Hemos pasado ya a Bistrita y, si nos equivocamos en nuestras conjeturas, habremos dejado pasar nuestra oportunidad. Hemos abordado todas y cada una de las embarcaciones, grandes y pequeñas. Esta mañana temprano, una tripulación nos ha tomado por parte de un barco gubernamental, tratándonos de forma acorde. Hemos visto en esta técnica una forma de agilizar el proceso, así que en Fundo, donde el Bistrita se cruza con el Siret, hemos conseguido una bandera rumana que ahora ondeamos visiblemente. Con cada barco que hemos abordado desde entonces este truco ha funcionado; se nos muestra toda deferencia imaginable y ni una sola objeción a lo que sea deseemos preguntar o hacer. Unos eslovacos nos han dicho que un gran barco les adelantó, yendo mucho más rápido de lo esperable, como si tuviera el doble de tripulación a bordo. Esto fue antes de que llegaran a Fundo, así que no podían decirnos si el barco se había adentrado en el Bistrita o si había continuado río arriba por el Siret. En Fundo no logramos oír nada sobre dicho bote, así que debe de haberlo atravesado de noche. Empiezo a tener mucho sueño; este frío quizás está empezando a hacerme efecto y la naturaleza debe descansar de tiempo en tiempo. Godalming insiste en que hará la primera guardia. Dios le bendiga por toda su bondad hacia mi querida pobre Mina y yo.
DIARIO DE MINA HARKER
1 de Noviembre
Hemos viajado durante todo el día a muy buen ritmo. Los caballos parecen saber que están siendo bien tratados, pues alcanzan de forma voluntaria su máxima velocidad con total rendimiento. Hemos sufrido muchos cambios y, a pesar de ello, continuar igual de forma constante, así que tenemos buenas razones para creer que el viaje será sencillo. El Doctor Van Helsing está lacónico; le dice a los granjeros que está apresurándose hacia Bistrita y les paga bien para hacer el trueque por los caballos. Consigue sopa caliente, o café, o té y allá que vamos. Es un país encantador; lleno de todo tipo imaginable de bellezas y la gente es tan valiente, fuerte y sencilla…y tan llena de buenas cualidades. Son muy, pero que muy supersticiosos. En la primera casa donde paramos, cuando la mujer que nos servía vio la cicatriz en mi frente, se santiguó y extendió dos dedos hacia mí, para mantener el Mal de Ojo fuera. Creo que han llevado a cabo el esfuerzo de poner ajo de más en mi comida; jamás he tolerado el ajo. Desde entonces, me he preocupado de quitarme el sombrero y velo, logrando así escapar de sus supersticiones. Viajamos rápido y, como no tenemos conductor con nosotros para transmitir nuestras historias, vamos por delante del escándalo; aunque, debo decir, que el temor de un observador maligno que nos seguirá por detrás hagamos lo que hagamos seguirá hasta el final. El Profesor parece inagotable; no se toma ni un descanso en todo el día, aunque me obliga a dormir por largos periodos. Al atardecer me hipnotiza y me dice que he contestado lo de siempre: «oscuridad, olas chocando contra el barco y madera que cruje»; así que nuestro enemigo sigue todavía en el río. Me da miedo pensar en Jonathan, pero, de alguna manera, no temo por él, o por mí misma. Escribo esto mientras esperamos en una granja a que los caballos estén listos. El Doctor Van Helsing duerme. Pobre hombre; está tan cansado, viejo y ajado…pero su boca se mantiene en una posición tan firme como la de un conquistador, incluso en su sueño está plagado de resolución. Cuando llevemos ya un buen rato desde que nos pusimos en marcha, le haré vigilar mientras conduzco. Le diré que aún nos quedan muchos días y que no debemos rendirnos cuando toda su fuerza va a ser requerida…
Todo está listo, nos marcharemos en breves.